En la provincia de Neuquén, específicamente en el paraje “Mulichinco” de la localidad de Loncopué, una persona se percató de que había ciertos huesos de forma extraña en la tierra. Ante la duda de que se traten de fósiles, llamó a una brigada especializada y se lo confirmaron, se trata de un ictiosaurio.
Pertenecía al orden de los saurópsidos ictiopterigios y vivió desde el Triásico Inferior hasta el Cretácico Superior, alrededor de 245 y 90 millones de años en América, Europa y Asia. También reconocidos como reptiles y con características similares a peces, su rasgo identitario es un hocico largo y dentado.
Eran carnívoros y vivíparos, ya que se encontraron muchos especímenes con fetos fosilizados en su interior. Los rasgos y sus huesos plantean la hipótesis de que se movían a más de 40 kilómetros por hora. Su fuente de alimento eran calamares, moluscos y otros peces más pequeños.

Todo esto no lo sabía el hombre que encontró los fósiles, pero le fue confirmado por la escuadra de gendarmería nacional 31 de Las Lajas “Gendarmería Juan Carlos Treppo” en conjunto con la Dirección de Patrimonio Cultural de la provincia de Neuquén.
A su vez, un paleontólogo se acercó y procedió bajo los protocolos necesarios para conservar los restos de la manera más óptima. Todas las piezas serán puestas en investigación, acondicionamiento y en una futura exposición en el Museo “Carmen Funes” de la Plaza Huincul, en la provincia.
La primera publicación sobre el ictiosaurio fue en 1708, se trataba de una vértebra y funcionó como prueba del “Diluvio Universal”, un castigo divino sostenido por muchas religiones. Fue más de 100 años después que se encontró el primer fósil completo en 1811 por Mary Anning y se vendió al London Museum of Natural History. Tres años más tarde, 1814, fue protagonista en una revista científica y así alcanzó a más investigadores de la época.
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