En todo el mundo la circulación y legitimación de las noticias falsas (o fake news) están influyendo gravemente en áreas decisivas de las sociedades, como la política y la economía. Su difusión es significativamente más rápida y llegan más lejos y calan más profundo que la verdad en la información diaria.
Además, sus efectos son más pronunciados que las verdaderas, sobre todo las que respectan a terrorismo, cambio climático, ciencia, leyendas urbanas o datos financieros. Su mecanismo, por ejemplo, ha logrado instalar la idea de que las vacunas causan autismo, o que el covid-19 se cura bebiendo cloro o, incluso, que la Tierra es en realidad plana.
En ese sentido, un investigador del Instituto de Cálculo (CONICET-UBA), de nombre Guillermo Solovey, presentó los resultados de un estudio sobre desinformación (particularmente en temas políticos) en la última Reunión Anual de la Sociedad Argentina de Investigación en Neurociencias (SAN), que se realizó en Buenos Aires. El trabajo está publicado en la revista Scientific Reports de Nature, y plantea hallazgos llamativos. Uno de ellos revela que aquellas personas con más reflexión cognitiva tienen también mayores sesgos, es decir, “creían en lo que coincidía con sus creencias”, afirma el científico.
“Cuando hay una información que quisiéramos que sea cierta, tenemos una tendencia a creerla. Eso tiene una razón de ser evolutiva y adaptativa del ser humano. Por eso necesitamos más iniciativas relacionadas a cambiar la cantidad de información falsa que circula y educar más al ciudadano”, explicó el investigador en diálogo con la Agencia CyTA-Leloir.
¿Por qué creemos las fake news?
Trabajos previos sugerían que las personas creen en fake news, principalmente, debido a dos factores:
- el partidismo; o sea, la lealtad a un grupo ideológico o la identificación con un partido político.
- la reflexión cognitiva; la capacidad de pensar de manera analítica o reflexiva antes de creer en algo.
Entonces, por un lado, “Hay quienes creen en cosas que no son ciertas porque son incapaces de diferenciar información falsa, ya sea porque no conoce, no sabe o no puede distinguirla. Es como estar en una parada de colectivo y ves de lejos el 64 y el 39. Si bien llega la información a tu ojo, no tenés capacidad de distinguirlos y te vas a equivocar”, ilustra Solovey.
Y por otro, hay quienes tienden a inclinarse de entrada por que las cosas son falsas o que todo es cierto. “Gente muy crédula o muy desconfiada, que necesita tener un nivel de evidencia muy fuerte para aceptar que algo es cierto”, señaló.
Para observar cómo estas dos situaciones se conjugan entre las personas que tenían mayor capacidad de reflexión cognitiva, el equipo realizó una prueba con 1.353 participantes. El experimento consistió en evaluar si declaraciones verificadas —verdaderas o falsas— hechas por políticos eran ciertas o no. Y encontraron algo llamativo: las personas tienden a creer más en las declaraciones si están de acuerdo con el político que las dijo en una relación clara y fuerte (lo que denominamos partidismo). Luego, quienes piensan más analíticamente son un poco más escépticos y tienden a cuestionar más las declaraciones.
Pero, además, el hallazgo principal fue la conclusión de que, prácticamente, no existe relación entre reflexión cognitiva y la capacidad para distinguir entre verdad y mentira, dado que “quienes tenían más reflexión cognitiva, a la vez poseían un poco más de sesgo partidario, creían en lo que coincidía con sus creencias”.
Conclusiones. Por lo tanto, el científico señaló que, aunque pensar de manera crítica ayuda un poco a ser más escéptico, el partidismo es el factor que más peso tiene para que las personas crean en una declaración, incluso si es falsa.
“Aunque la persona tenga un alto nivel de reflexión cognitiva, si tiene un partidismo muy alto, no importa que la noticia sea falsa, va a tender a creerla. De hecho, eso se acentúa todavía más si la gente tiene más reflexión cognitiva. Con lo cual, tener más capacidad de pensamiento analítico, pensamiento crítico, reflexión cognitiva en algún punto no es obvio que sea una característica individual que favorece a distinguir qué es verdad o qué es mentira porque en todo caso puede acentuar el partidismo, la tendencia a creer todo lo que coincide con lo que uno piensa”, concluyó Solovey.
Esta es una revelación muy interesante a fines de desactivar la epidemia de las fake news, puesto que aún no hay una estrategia eficiente que funcione en todo el mundo. Mitigar la desinformación es un trabajo profundo que constantemente se dificulta debido a los márgenes aumentados por las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial Generativa.
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